Opinión: Manifiesto Clandestino del amor por el audio.
Manifiesto clandestino por el reconocimiento y la dignidad de amar el audio tanto, que queramos vivir de trabajarlo.
Buen día
Este es un manifiesto clandestino. Se pide a la audiencia leerlo en voz alta.
A las/les/los nerds del audio se nos discrimina.
En los días de la radio se nos echa para un lado porque nuestras piezas son muy experimentales, muy abstractas y sobre todo muy largas para salir al aire. (“¿Dura 6 minutos?”… “¿Es que te crees “Nothing Else Matters” de Metallica?” ). Se nos espanta, como a un cachorrito, mandándonos a sacar un pódcast porque eso no es radio, que suene mejor la música, que se diga la hora en punto y qué a la próxima sí… de pronto un festivo habrá tiempo para salir al aire. Patrañas.
Al salmo responden: la radio acompaña, entretiene e informa. Basta ya.
En los días del pódcast también se nos ignora. Nadie nos entrega flores como a las secretarias, ni chocolates como a los maestros, ni nos celebran en tendencias de Twitter, ni nos hacen pieza los Community Managers ni recibimos un mensajes ni llamadas. Nos gusta el audio y por eso no salimos en cámara. Y cuando es el día del pódcast se felicita a quienes sí salen en cámara, pero en versión de Tik Tok donde se te vean bien los audífonos y el micrófono también. No a quienes preparan, no a quienes posproducen. Feliz día del pódcast para el que sale frente a la cámara.
A pesar de nuestros cautos intentos de explicar que nos gusta el audio, solo el audio, la tiranía de la pantalla continúa exigiendo que se nos vea, para que se nos note y que se nos pueda compartir. Quedamos ofreciendo nuestros audios como vendiendo empanadas. Se nos discrimina, sí, porque aveces nos dicen “es que tu voz no se parece a cómo te ves” y no soportamos preguntar por qué. Se nos aparta cuando se trata de fama pero se nos requiere, todos los días. Se nos cancela, porque no seguimos las últimas tendencias en márketing pero se nos ignora cuando pedimos más tiempo, recursos y mejoras para dar a conocer nuestro trabajo. Se nos pide que produzcamos, escribamos, editemos, diseñemos, mezclemos y hagamos todo lo posible por mantener los costos bajos. Somos criaturas que poco gustamos de apariencias pero sí que gozamos cada minuto de nuestra magia: el invisible arte de moldear audio.
En las cabinas de radio. Horas después de que el locutor se fue para la casa, estamos pidiendo comida a domicilio y haciendo loops de los 30 segundos donde una risa suena a cacatúa, a meme y a base de rap. Lo mezclamos, lo exportamos, lo ponemos en una carpeta y luego lo mandamos a un chat de Whatsapp, perfectamente en paz con que nuestra obra jamás será escuchada.
En los estudios de la grabación. Enviamos el último mail con la última_última_esta_si_es_la_ultima_entrega un viernes en la noche y luego guardamos el teclado y abrimos la bandeja. Cargamos los discos, probamos las canciones, ajustamos los beats por minuto y tronamos. Revolvemos audio, devolvemos el tiempo, lo vestimos con capas, lo filtramos, bailamos y volvemos a hacerlo, hasta que llega alguien a decirnos que por favor le baje al volumen y que ya es hora de irse para la casa.
A solas, en nuestras casas. Masajeamos nuestras coronillas para soltar el dolor después de horas y horas de estar usando audífonos, con la resignación de que al día siguiente escucharemos lo que hicimos y siempre querremos hacer algo más para que suene mejor.
En los minutos de espera antes de que se comience a grabar la videollamada. Pedimos que se ponga “música de ascensor” por que nos da gracia y después de colgar, nos mandamos canciones y escenas de películas. Nos escribimos en los chats para ser leídos en voz alta y nos mandamos mensajes de voz cuando sea necesario y cuando no haga falta también.
Este es un llamado a la unidad. Para que la próxima vez que en el bus suene una canción sin frecuencias medias, la ciudadanía entera exclame “Qué porquería de canción” y corra en bandada a escucharla en alta fidelidad, donde está el fruto de nuestras largas horas de trabajo. Un clamor unido. Para que cuando cualquiera escuche otro pódcast más con un invitado que suene como dentro de un baño, detenga, por nosotros, la escucha y escriba “Qué grabación tan horrorosa, contrate un buen equipo de audio” en la sección de comentarios. “Vocalize señor” es deseable también.
Llamamos a la cooperación. Para que cada influencer que dice que hace pódcast también sepa cuántas horas se nos va editando la conversación que acaba de grabar. Y que escuche, de verdad, sus propios episodios.
Exhortamos a cada productora, cada plataforma y cada pódcast para que nuestros nombres se pongan en los créditos de todos los episodios. A que se nos contrate por nuestros talentos, no por nuestro color de piel, nuestras amistades o nuestro número de seguidores.
Convocamos a que en las universidades se analice nuestra labor y que en las salas de redacción se defienda la cualidad de experimentar con el audio, como esa única forma en que haremos cada vez más justicia a las historias y cada vez más conexión emocional con quienes nos escuchan.
Requerimos más desarrollo tecnológico en nuestro idioma. Para que los algoritmos destaquen nuestro trabajo y para que las reglas para promover nuestro contenido sean transparentes. Requerimos acceder a monetización y a más alianzas con otras industrias, para que trabajar en audio sea una profesión posible y digna.
Este manifiesto es en nombre de todes les creadores de audio independiente, que crearon antes que alguien financiara, que publicaron antes de que alguien autorizara y que continúan patrocinando con su entusiasmo lo que los titulares llaman “el boom del pódcast en español”.
A ustedes: Feliz Día Internacional del amor por el audio. Feliz Día Internacional del Pódcast.
Bogotá, 30 de Septiembre de 2023.
Laura Ubaté González,
Adjuntense las firmas de redes sociales, comentarios y foros. #Amorporelaudio.