Historia corta: inicios y finales
Despedir a una buena amiga es una danza silenciosa. Esta historia es un tributo a Tanaya Hadke y sobre cómo cada inicio se manifiesta justo antes de un final.
Es hora de Escribir en voz alta.
Gracias por abrir este mail o esta ventana. Esta semana estoy celebrando una cadena de causa y efecto. ¿Te acuerdas que escribí una pequeña historia sobre los pastelitos de manzana de Taiwan? Hung Shen Liu, nuestro nuevo roomate, leyó el texto antes de viajar a Savannah. Llegó el lunes pasado, con dos (!!) cajas de pastelitos de piña y manzana directamente desde Taipei. Gracias a este regalo, supe que estos pastelitos son sinónimo de regalar buena suerte, así que me los traje en un viaje corto a New York y en una pequeña mesita de un café, leí la historia en voz alta y compartí un pastelito con Ariana Martinez. Admiramos el dibujito en el empaque, hablamos de lápices y cuadernos, Arian me recomendó una papelería taiwanesa en Brooklyn que visité y donde elegí una pluma, con el cual estaré escribiendo estas historias. Como dice Drexler, “nada se pierde, todo se transforma”. En esta edición de Escribir en voz alta: algo bello para leer.
Actualización de vida: escribo esto desde el piso 15 de un edificio en Brooklyn, NY, porque esta semana viajé a conocer a la fantástica Nuria Net, co-fundadora de La Coctelera. Aparte de haber producido Punk In Translation (Nominado a los Webby Awards y ganador en los Premios Ondas) Nuria co-fundó Remezcla, un medio digital en inglés sobre la música latina alternativa. Sus artículos fueron una referencia constante para mi periodismo en Radiónica, como también lo fue Radio Gladys Palmera, donde Nuria fue Managing Editor. Mejor dicho, es como si ella y yo hiciéramos parte de la misma tribu pero nunca nos habíamos cruzado. Su trabajo es magnífico y es un honor compartirles que juntas vamos a trabajar en un proyecto con Luis Gallo (Productor de LOUD, the History of Reggaeton) del cual no puedo dar más detalles pero nos tiene muy emocionados. Comparto la noticia porque más allá del proyecto, es una dicha conectar con más periodistas que como yo, aportamos a poner la cultura de Iberoamérica en una liga global. Les recomiendo el trabajo de ambos y de La Coctelera.
Estoy escuchando a: Ariana Martinez, en su clase “Compass, Glass and Stone: Audio Storytelling as a Reflective Practice”. Ariana reflexiona el sonido como una brújula para navegar el mundo, un cristal a través del cual percibir el mundo y un objeto, que como una roca, es moldeado con el paso del tiempo. Esto en pocas palabras, pero estos conceptos se amplían mucho más. Me tiene muy contenta reflexionar sobre el audio con una persona que es artista visual y también una de las grandes artistas de sonido de la escena estadounidense. Si te da curiosidad, escucha un poco del trabajo de Ariana aquí.
El relato de hoy es inspirado por Tanaya Khadke y es mi tributo a nuestra amistad. Que lo disfruten.
Sobre los inicios y finales
Despedir una amistad es una danza silenciosa. Ella lo sabe, yo lo sé y ambas sabemos qué hay una fecha, pero vivimos la última semana como cualquier otra. Sé que mi amiga se va a mudar a la gran ciudad y se que yo quiero seguir siendo su amiga. Pero ninguna de las quiere hablar de cómo hacer eso posible. Hay una fecha. Está el presente también, así que nos juntamos todo lo que podemos y en pequeños intervalos vamos procesando la verdad. El primero fue en la noche.
Tanu y yo íbamos en el carro, a 60 km por hora en una noche de verano en Savannah, Georgia. Conducía recto, parando en cada semáforo sobre Whitaker Street. Los árboles se asomaban, como signos de interrogación, desde los jardines de las casas republicanas a lado y lado de la vía. Paré en la luz roja, bajé la ventana pero comencé a sudar al minuto así que volví a subirla. Hay algo en este aire de verano que te hace sentir que estás atrapada, que deslizarse es como tratar de quitarse las cobijas de encima. Esa noche no había radio, ni tema de conversación. Entonces le pregunté a Tanu que si era verdad que ella conoció a Nil en su primera clase de la maestría. Una clase virtual.
—Sí… fue en un ejercicio de darnos feedback el uno al otro en clase —dijo Tanu— Después de eso simplemente seguimos dándonos feedback y hablamos, pero no pensé que fuéramos amigos hasta que nos conocimos en persona.
La dinámica de Nil y Tanu siempre ha sido como de hermano mayor - hermana menor. Cuando hablan, buscan la forma de sabotearse el uno al otro. Discuten, poniéndose en lados opuestos y cuando parece que ya se van a pelear en serio, quedan bien. Pasan a otro tema de conversación y ya. Vuelven a discutir sobre lo mismo tres días después.
—Fue un semestre bien solitario para Nil—le dije mientras aceleraba— estaba quedándose en casa de mis papás y no salía casi, le costaba mucho entender inglés. Es raro, recuerdo esa como una etapa de mucha incertidumbre para ambos, de no saber qué iba a pasar. Ahí te conoció, fue como si la siguiente etapa de su vida se comenzó a manifestar antes de que acabara la etapa anterior.
Tanu dijo que para ella también fue un momento difícil. Estuvo en India dudando mucho si venir a estudiar, no le parecía tan buena idea. El astrólogo de la familia dijo que pasara lo que pasara, Tanu iba a estar en Estados Unidos antes que terminara el 2021. Y un poco en respuesta a ese augurio y a la curiosidad de saber qué le esperaría, los papás de Tanu la apoyaron y ella comenzó a moverse en esta dirección. Estaba escrito en las estrellas. Consiguió cita de embajada, visa, tiquetes de avión y casa en tiempo récord. Así llegó a Savannah en una noche de verano con dos maletas y un morral repleto, a un paradero de bus vacío afuera de las residencias estudiantiles.
Tanu dice que sintió miedo, porque no sabía por donde se entraba al edificio, que después de un rato llegó otro estudiante pero no hablaba bien inglés entonces no se pudo comunicar con ella. Tuvo miedo, mientras subió los tres pisos de la residencia usando las escaleras y un poco más de miedo cuando llegó a oscuras a su nuevo apartamento compartido con otras dos estudiantes. Esa noche lloró a solas, como yo también lloré la primera noche que llegué aquí. Ambas, sabiéndonos a miles de kilómetros de distancia de quienes nos aman.
—Ese año aprendí que no era tan débil como yo pensaba—me dijo Tanaya.
A la mañana siguiente recorrió el barrio para no volverse a perder, buscó su comida, venció el sentimiento a punta de acción y distracción. Como cuando un bebé se cae, se levanta y se da cuenta que nadie lo mira, entonces no llora y sigue adelante. En esos primeros días, Tanaya y yo aprendimos, aún sin conocernos, la práctica de recogerse en las noches y expandirse en los días, puede ser por dignidad pero sobretodo por saber que llorar y llorar no iba a cambiar nada. Los problemas fueron cambiando. Eventualmente se hicieron problemas compartidos, sobretodo en los últimos tres meses. Tanu se graduó al mismo tiempo que Nil y ambos quedaron a la deriva gracias a la brutal encogida de la industria creativa en el país. No hay mucho trabajo. Nadie sabe cuándo ni dónde hay.
En la espera de que la bonanza llegue, comenzamos a tener las mismas conversaciones “si no consigo trabajo pierdo la visa… y si me quedo o me voy… si me despiden no sé que pase… si hago esto tal vez la cosa cambie”. Actualizamos nuestros portafolios, organizamos nuestros correos, repasamos nuestras listas de contactos y pensamos y pensamos y pensamos, a 80 km por hora. En cada espacio de silencio, en cada lugar de calma, teníamos la misma conversación en loop de “es que no depende de mi…de pronto hay que esperar… solo hasta final del año… pero entonces la visa… y de nuevo”. La conversación era tan cíclica y tan desesperanzadora que Tanaya comenzó a llamar a todos estos problemas “naranjas”. Presentes y simples, realmente no sabes si son dulces o ácidas hasta que las pruebas.
—Pasé la noche donde Arundati y hablamos de naranjas hasta las tres de la mañana—Con eso ya sabíamos que no había nada más de que hablar.
Quisiera decirte que entonces hubo un momento mágico, un cambio inesperado, un correo milagroso o un encuentro casual que cambió el curso de nuestras vidas. Pero no pasó así. Pasó en las largas tardes de verano, en la lentitud de los domingos, en la mesa del desayuno en las mañanas y en los chats después de las 11 de la noche. En largas caminatas, cada una por su lado. En los momentos de silencio. Tanaya tomó la decisión de irse para New York y apostar sus últimos cuatro meses de permiso de la visa en encontrar un trabajo, ese trabajo, que le permita saber si el sueño americano es o no es para ella. You Only Live Once. Cuando ella hablaba de eso, se me encogía el corazón y me daban ganas de detenerla. No te vayas, esa ciudad es muy cara, ni siquiera los que viven en New York se pueden pagar vivir ahí. No te vayas sin nada seguro. No te vayas, aún quiero que seamos amigas. No te vayas…que yo también me quiero ir. En los Tik Tok que me enviaba sobre cómo creer en mi misma así tuviera dudas, en los planes de fechas según la luna llena o luna nueva, en los Youtube sobre cómo cargar plantas en una maleta de mano yo supe que Tanu sabía bien todos los riesgos de tomar la decisión y que para ella podía más el deseo de saber qué pasaba si vivía en NY, a pesar de todo. Un día nos dijo “Compré el pasaje” y yo sonreí. Lo más amoroso que puedes hacer por alguien es impulsarlo a ser libre. Le dije que pasara lo que pasara, yo la iba a llevar al aeropuerto.
Así llegó el domingo, el último día de mi amiga en Savannah. En la mesa de desayuno y en el café de la tarde, hicimos un cierre colectivo. Nil aprendió que quiere mantener a los amigos que tienen porque son importantes. “Los amigos te ayudan a resonar lo que realmente quieres decir” completó Tanu. Ella dijo que sentía que ya lo hizo por Savannah, ya le dió a la ciudad lo que merecía. Yo dije que este año había sido de un aprendizaje brutal sobre cómo soltar no es perder, sino abrir espacio. Tanaya cerró:
—Lo que sea que hagas hoy es el primer borrador de todo lo que va a venir después. Yo aprendí a ser más compasiva conmigo misma y poder sentar posición cuando la gente te da opiniones o consejos. Todos tus amigos te dan opiniones y consejos, pero ellos no son quienes hacen las cosas, eres tú. Tú eres quien decide a qué le das una oportunidad.
En la última tarde en Savannah, Tanaya Khadke decidió que no quería un ride hasta la casa, que quería una última caminata por la ciudad. Dijo que la casa donde más le gustó vivir fue la segunda, en Walburg Street. Que si pudiera, se compraría una casa en el barrio donde estuvo su tercera casa y que está segura que no habría sido feliz más tiempo viviendo en su quinta casa, en Whitaker Street. Tanu se fue caminando por Savannah, mirando hacia las copas de los árboles, cambiando de ruta como quien se recoge el cabello sabiendo dónde están las canas.
Hay algo sobre los inicios y las despedidas que es tan difícil de definir. Por cada despedida, siempre hay un inicio, una pequeña manifestación del presente. Una persona, un lugar, una llamada o un objeto que anticipa la nueva versión de nuestras vidas. Para mi fue el correo que recibí justo el día que terminaron mi contrato. Para Tanaya fue un cosquilleo que sintió más y más fuerte todos los días, un presentimiento que convirtió en “Sí” todos los “No” sobre New York. Que la hizo estar cada vez más lista para soltar Savannah.
A la mañana siguiente, Tanaya posó para mí sosteniendo una bolsa de mano con sus plantas. Una última foto. Nil y yo le ayudamos a sacar las dos maletas y a empacar todo rumbo al aeropuerto. Me dijo que se llevaba sus plantas porque una madre no deja a sus bebés detrás. Una mañana despejada y fresca, rumbo al aeropuerto bajamos las ventanas, a 90km por hora en una autopista surcada de árboles, como signos de admiración.
—Bye bye, Savannah. Gracias por la educación, por los amigos, por los árboles… y ya
Escribo esto desde un rincón de una tienda en Chinatown, Manhattan. Con el cabello recogido, pantalones azules y frescos, Tanaya admira los pocillos de la tienda y me voltea a mirar.
—Dude, ¡no puedo creer que estes aquí!
A veces la vida es tan generosa como para dejarte asomar a una nueva historia. Tanaya me muestra una foto con sus plantas frente a la puerta de su nueva casa. Me dice que se siente bien de estar New York. Desayunamos y me regala un pequeño cuaderno de viaje. Dice “Live by the sun, love by the moon”. Vive para expandirte en el sol y en las noches, cuando llegue la pensadera, ahí es cuando tienes que amarte más. Es mi último día en New York y en una hora me devuelvo. A mi principio, de regreso a casa, de vuelta a Savannah.
Conoce el trabajo de Tanaya Khadke, ilustradora y motion graphics designer aquí.