Caída y reinicio de una narradora en audio
Adiós 2023, juro que aprendí la lección y brindo por las pequeñas victorias.
Saludos desde Bogotá
Es momento de escribir en voz alta. Lo primero es decirte que hace un rato no escribía porque estuve cambiándome de ciudad, ahora estoy viviendo en otro lugar de Estados Unidos. Este año me pasó como un tren. Comenzó conmigo haciendo parte de un equipo ganador a nivel internacional y terminó conmigo escribiendo desde la casa de mis papás pensando en que esta será la última vez que vea la pantalla en un buen rato. Merezco tener un tiempo fuera, cuento los minutos para prender fuego a un muñeco que diga 2023 a quien le pueda decir “Adiós, adiós, juro que aprendí la lección y no vuelvas nunca más”.
Esta es una reflexión final del año. Gracias, gracias, gracias por venir a leerme.
—Es como que estoy agitando un árbol de manzanas y la vida me está arrojando una naranja—le dije a mi profe de Wushu, tomando una cerveza y escuchando jazz en un parque de Savannah.
Era el final del verano. Me habían despedido de mi trabajo soñado hacía un mes y yo leía “El camino del artista” con mi amiga Laura, ambas acompañandonos en el duelo. En ese libro encontré esa frase y se volvió como un mantra para mí. Mi novio enviaba correos de portafolio y aplicación a trabajos todos los días, sagradamente, hasta las ocho de la noche. Yo corría buscando cartas de recomendación para mantener el estatus de mi visa mientras lloraba en las noches pensando ¿Qué pude haber hecho mejor? Con más de dos series ganadoras de premios internacionales en mi portafolio buscaba a colegas y les preguntaba por un nuevo trabajo, pero nada a tiempo completo.
—¿Vas a seguir apretando la naranja esperando a que se convierta en una manzana? —dijo mi profesor.
La pregunta también tenía que ver con que ese día, más temprano, a mi novio por fin le ofrecieron trabajo: en Houston.
—¿Texas?
La misma pregunta siempre del otro lado de la línea telefónica. Yo me sentía como Bernie Sanders en la posesión de Joe Biden.
O sea: muy bonito todo pero dejenme aquí, no quiero más cambios, no quiero hacer amigos, no quiero comenzar de nuevo, no creo en esto. Quiero apretar la naranja y que se convierta en una manzana.
—Nos vamos en Acción de Gracias. Si alguna vez vas por allá ven a visitarnos.
Al teléfono mi amiga Tanaya me pedía que le explicara el dicho latino de “A caballo regalado no se le mira el colmillo”. No era la opción soñada, era la mejor opción que teníamos, así que fuimos por ella. Una noche abrí Google Maps sobre Houston y puse el destino a prueba: escribí “podcast”. Arrojó 5 resultados. Luego escribí “radio” y salieron 15 emisoras. “Wushu” 20 escuelas, “restaurante colombiano” cuatro resultados y “vuelo directo a Colombia” 3 resultados en el buscador general. ChatGPT me mostró 4 universidades con programas de escritura creativa.
—Tú eres la salsa, chica —dijo mi amiga Josephine —el resto es pasta.
Este fue el año de la caída de un héroe llamado Industria del pódcast.
Acto 1: Las empresas de tecnología anunciaron recortes de inversión en publicidad en casi todos los medios digitales.
Acto 2: Spotify despidió a 600 personas y cerró operaciones en varias oficinas. NPR (Radio Pública de Estados Unidos) despidió a 100 y anunció posibles nuevos recortes. Fernanda Santos contó como ofreció su renuncia a ser editora jefe en Futuro Media Group para salvar los puestos de sus colegas. Mia Lobel, ex directora de contenido de Pushkin Industries narró las decisiones ejecutivas que hicieron que la productora creciera más de lo que podía y cómo esto terminó en tres rondas de despidos.
Acto 3: Se esperaba un rescate financiero, pero nunca llegó. Los despidos continuaron en pequeña y gran escala. Para Diciembre ya no sabes qué colega tiene empleo y quién no.
El problema se resume así: el pódcast (narrativo, sobre todo) se financiaba de publicidad y producción por encargo. Cuando las empresas tech decidieron no invertir más, el negocio quedó en nada. Jamás se le cobró a las audiencias y tampoco se tuvo la oportunidad de monetizar las escuchas en plataformas (Spotify, Amazon). Rara vez se fidelizó a la audiencia en comunidad para buscar allí más ingresos. Incluso los pódcasts con millones de oyentes fueron cancelados de la noche a la mañana.
A la amargura de los despidos le subyace la frustración. Quítenle la seguridad corporativa a una industria hecha de humanistas que siempre ejercen más allá de las expectativas y esto es lo que pasa:
Arte de Laura Chow Reeve
Aún así, en los últimos tres meses del año las cifras de oyentes de pódcast rompieron récords. 130 millones de estadounidenses han escuchado por lo menos un pódcast en el último mes. Como dice un reporte de Slate: “Tal vez habían demasiados podcasts con talento costoso que pudieran conseguir una ganancia?”. O tal vez lo que no funcionó es que nuestra industria dependiera tanto de otros.
Tú eres la salsa, chica, el resto es pasta. Parece que la respuesta, de alguna forma tiene que venir de nosotr@s, podcasters.
Armé mi nueva oficina, colgué mis audífonos de nuevo y trabajé en dos proyectos freelance que me encantaron. Poco a poco recuperé la confianza. Me niego a cerrar diciendo que “aquí comienza una nueva aventura”. O que “todo pasa por algo”. Porque la verdad es que todos los cambios desafiaron cada uno de mis principios y ese fue un proceso devastador. Ahora me valoro a mí más que a mi salario.
La lección más importante de este año:
Uno pierde el trabajo. Entiéndase como el contrato de vender tu tiempo y talento a cambio de un sueldo fijo. Pierdes ese intangible sagrado de la rutina. Y el trabajo en equipo. El escritorio, la silla, la cuenta de correo y el título en la hoja de vida.
Pero el oficio es un animal diferente. No se pierde porque nunca es de uno. Lo que uno hace, por ejemplo, contar historias, es más bien una cualidad, sobre todo una práctica. Esa solo termina cuando uno la deja.
Nadie te puede quitar las habilidades que ganaste ni la felicidad de tus triunfos ni las ideas que aún te pueden cambiar la vida. Jamás olvidaré lo que se sintió terminar de escribir una serie ni la adrenalina de ver una sesión de ProTools terminada, no se irá la magia que siento cada vez que entrevisto ni el momento sagrado de escribir en voz alta. La obra que uno hace no es solo el producto terminado sino tus brazos, que son más fuertes, tu mente, que ejecuta más rápido y tus oídos, cada vez más precisos. Esa es la verdadera magia del oficio. Las historias transforman a quien las cuenta.
Lo que más deseo es continuar esa práctica y si estás en un momento como el mío te deseo continuar. Es un verbo precioso, indica que no se empieza desde cero. Comienza por la necesidad de comprender tu momento productivo. Sigue planeando periodos de descanso y periodos de sociabilidad. Conquistas, días a día todo lo que eres que no es tu trabajo, con todo lo fácil que suena decirlo y lo imposible que suena aplicarlo. Y continúas, porque tu oficio te pertenece a ti, a todas las ediciones que hiciste, todos los guiones que terminaste, todas las reuniones que sacaste adelante y a quien escucha, así jamás le conozcas. Lo constante es lo que haces y la forma en la que lo haces pase lo que pase siempre será tuya. Continúa.
Este año aprendí que el trabajo es solo una forma de expresar mis talentos.
Al final de este año salgo fortalecida gracias al mutuo compromiso de la amistad.
Gracias a mi amiga Laura Hernández, que completó conmigo las nueve semanas del “Camino del Artista” y leyó este texto en los días de Navidad. A mi amado Nilsson, que nunca dejó de hacerme reír y repetirme que sí vale la pena seguir en esto. A mi familia, que me ama. Y a mis colegas, con los que aprendí que la práctica se cultiva también con los vínculos.
Antes de irnos de Savannah nuestro profesor de Wushu nos invitó a cenar a su casa. Ahí brindamos con sake sin filtrar. Semanas después conseguí la misma botellita en Houston y la traje conmigo para Bogotá. El último día, antes de viajar, repasé mis notas y encontré una idea nueva con la que quiero terminar:
Uno cree que uno tiene que ser algo, para después hacer algo y después obtener algo. Lo explicó la coach Nancy Sun en un seminario que tomé. La verdad es que no.
Uno hace algo y de pronto ese algo, pequeñito, te muestra una cosa nueva que puedes obtener. Y entonces te motivas a ser, para hacer más y así sigues adelante. Son los pequeños actos los que hacen la diferencia.
Entonces este fin de semana brindo por resistir y por cuidarme, todos los días. Por las cosas maravillosas que aún estoy por descubrir. En el mundo y en mí misma.
Hoy brindo por las pequeñas victorias. Y por ti.
Nos vemos del otro lado del río.
De izquierda a derecha: Nilsson, David, Hao Hao, Laura, Ysabella, Hung Tse (Jack) y Carolina en la cena de despedida de roomies de Savannah. Uno de los momentos más felices del año.
Tu eres la salsa mas sabrosa sobre la pasta llamada podcast!! adelante nunca un paso atras!!!
Lau, querida! Gracias por abrirnos tu corazón y dejarnos esta reflexión tan profunda. Yo sí me atrevo a decirte: todo va a estar bien.